lunes, 22 de diciembre de 2008

Tráfico Ecológico.


La otra noche, en un alarde de curiosidad por ver la programación de las tantas de la madrugada, se me ocurrió encender la tele. Me crucé con uno de esos programas sobre ecologismo (cuya lógica es cuestionable, en el mejor de los casos). Era algo así como la mariposa azul, o el insecto verde, o alguna otra gilipoyez semejante.

La culpa es mía por quedarme a ver esos programas, pero ansiosa de saber, me picaba la curiosidad por ver los puntos de vista de aquellas personas, aquellos "ecololistos". No sin sorpresa, me encuentro como sus puntos de vista son incapaces de salir de su eje, y su notable falta de empatía a la hora de percibir la auténtica situación de las personas. Dicho claro, al resto de los que no compartimos sus puntos de vista nos toman por egoistas e imbéciles.

En uno de los squetches, hacen una comparativa de trayecto, en furgoneta desde Alcorcón-Atocha, y luego la vuelta desde Atocha en tren. En furgoneta, en plena hora punta, nos sale una cuenta de 50 minutos de trayecto, con el consiguiente gasto de gasolina. La vuelta desde Atocha contabiliza solo desde el momento en que el tren aranca, y nos da 20 minutos de trayecto, visualizado con el pasajero sentado y leyendo un periódico.

Pero que ocurre si esa misma linea la cojemos en hora punta? Sería interesante ver como el pasajero intenta leer el periódico en un tren atestado de personas, como deja pasar varios trenes por que es imposible entrar en ellos, debido a la multitud. Y que ocurre con el camino hasta la estación? O acaso todos los sufridos ciudadanos tenemos una boca de metro en la puerta de casa? O el paseo no es parte del tiempo de trayecto?
Y la espera? Algunos trenes pasan cada 20 minutos, y la pérdida de uno supone una pérdida de 20 minutos de espera, si no más. Y cuando se estropea un tren, o dependes de hacer trasbordos, la cosa se complica, corriendo de un andén a otro, de un lado a otro, con un frenético estress que al final llegas al trabajo, y del cansancio solo te apetece volver a casa y dormir.

No todos tenemos la suerte de salir de casa y entrar en el metro, y al salir del tren, tener la puerta del centro de trabajo en el mismo lugar. Resulta que la mayoría de sufridos ciudadanos tienen que coger varios trenes, o darse largas caminatas hasta la parada más cercana. Algunos de nosotros hemos cuantificados los gastos de tiempo, y tardamos bastante menos viajando en coche, que en transporte público. En mi caso, la diferencia eran más de dos horas y media, frente a los 45 minutos en coche. O ahora resulta que los ciudadanos somos tontos, y tardando menos en tren, nos vamos en coche. Todo porque somos unos egoistas que queremos contaminar el aire, y nos gusta quemar nuestro sueldo en gasolina.

Luego si cuantificamos los gastos, por aquel entonces, en mi antiguo puesto, no solo el tiempo en coche era menor, si no que debido a los precios del abono transporte mi gasto de gasolina solo era 15 euros más caro que el mentado abono, que superaba los 69 euros. 6 horas de mi vida echadas por el retrete no valen esos 15 euros. También en el mentado documental (muy objetivo este), se decía que el precio de un viaje sencillo era 1 euro. Un billete sencillo, pero un abono, dependiendo del lugar, te puede subir por encima de los 70 euros a las zonas más lejanas, y a las más cercanas rondar los 50.
En mi puesto actual, gasto menos gasolina de lo que me costaría el abono mensual. El tiempo de trayecto son 15 minutos en coche, frente a la hora y media en transporte público. Pero como somos tontos, preferimos gastar coche, y contaminar mucho, que ir en un cómodo autobús en hora punta, lleno de gente hasta reventar, y teniendo que aguantar los malos modos de la educada población española. Prefiero ir en mi coche, y si discuto con alguien, en 5 minutos cada uno por su lado, y no nos volvemos a encontrar nunca más.

Pero vease el egoismo de aquellos ecologistas, que no tiene precio. Alguno aseguró que la gasolina debería subir mucho más, y ponerse muy cara, fomentando así el uso del transporte público. Acaso no se tiene en cuenta que la subida de la gasolina supone la subida del abono transporte, por lo que probablemente nos encontremos en la misma situación. No solo eso, si no que supone la ruina de todos aquellos que trabajamos de transportistas autónomos. Los meses de aquella subida exacerbada fueron muy duros para nosotros, los conductores profesionales, puesto que todo lo que ganábamos (aquellos como yo con menos ingresos), se nos iba íntegro en la furgonetilla. Además, incluso para las medianas y grandes empresas, los costes serían tan elevados, que no podrían mantener tantos vehículos, por ende menos trabajadores que se contratarían, y más gruesas y largas las colas del INEM. Invito a todos los ecololistos con similares pensamientos a que repartan las cargas de productos por todo el país en bicicleta, así contaminamos menos. Y si el producto llega podrido, que lo paguen de su bolsillo, por no ser lo suficientemente rápidos.

Hablando de bicicletas, me fascina cuando intentan fomentar el uso de bicicleta como medio de transporte. Soy una amante de la bicicleta, y me encanta ir por el monte en ella, pero seamos serios, hay límites. Ir en bici por una comarcal sin arcenes, limitada a 90, no es ser ecologista, es ser idiota. Caben dos posibilidades, que un coche salga de una curva, no te vea, y te lleve por delante. O, que el coche te vea, intente esquivarte, y se mate él, o el que venga en sentido contrario. Pero la culpa es de los coches, que pasan muy rápido por carreteras marcadas a 90, por que pretendemos que los coches circulen a 20, y que el atasco llegue hasta la puerta de casa. Me gustaría ver que pasa si voy al paso con mi caballo, y bloqueo el camino para que ellos no pasen. Guapa seguro que no me llaman.

A pesar de estos inconvenientes menores, me gusta más cuando quieren que usemos la bici como medio habitual de transporte. Resulta que nos encontramos ciertos problemas a la hora de usar la bici, aparte de la no existencia de carriles bici en muchos tramos. Por un lado las enormes colinas y bajadas de muchas ciudades, que no las hacen aptas para ir en bici. Lo segundo, que igual tengo que recorrer 60 kilómetros, y para llegar al trabajo me tengo que levantar a las 3 de la mañana. Lo tercero, que igual al salir del trabajo tengo que ir a por los niños, y si no cojo el coche, no me da tiempo (se aplica al transporte público también). Lo cuarto, no en todas partes puedo aparcar la bici, y si me la roban, igual me hacen polvo. Lo quinto, que el día que hace frío, llueve, nieva, o similares, no solo la bici duplica su peligrosidad por la falta de adherencia, si no que al día siguiente tienes una pulmonía que te pasas tres meses en el hospital.

La bici, usada de forma no suicida, y responsable, utilizando los numerosos caminos de campo que tenemos (por donde os suelo ver, al lado hay carriles bici, o caminos de campo SIEMPRE), y sin cabreos ni imposiciones (estoy hasta los cojones de que os deis por aludidos si le pito a OTRO COCHE), es un disfrute. Pero seamos serios, esto no es Holanda como para usar la bici de forma regular, ni todos tenemos el curro a 20 minutos de casa.

Otra cosa que se intenta fomentar hoy, es el uso de energías renovables. Estoy de acuerdo en que se deben utilizar energías más limpias, pero no al coste actual. Me temo que me expresaré de forma vulgar en mis siguientes afirmaciones, pero, lo que no estoy dispuesta a pasar que a ver mis paisajes plantados de molinos, que parece que las montañas van a salir volando. Por no decir el asesinato salvaje que estos cometen contra nuestra (hasta ahora creciente) población de buitre negro, y buitre leonado. Por no mencionar que no crece NADA alrededor de los ecológicos molinos gigantes. Aparte de que generalmente no llegan a funcionar a más del 8% de su capacidad, con lo que no llegan a recuperar el gasto económico de su instalación. Es tan absurdo hacer negocios con molinos, como lo es actualmente especular con casas en alquiler (no empiezan a reportar beneficios hasta los 27 años de su compra, pero la gente es idiota y no se da cuenta).

No sería mucho más ecológico instalar en todas las casas placas solares, para reducir los gastos de energía hasta en un 40-50%, y construir nuevas centrales nucleares, más seguras y eficientes? Lo de Chernobil no es un ejemplo, el reactor nuclear era de un submarino, y ni siquiera estaba dentro de un sarcófago de seguridad. La central no voló por los aires, solo fue una fuga de agua, que no habría ido a más de haber estado dentro del sarcófago. En EEUU hubo un Meltdown de un reactor, pero el daño no fue a más (dado que pocas personas saben del suceso, y no precisamente por un secretismo de los "tiranos americanos"), gracias al sarcófago que protegió el reactor de fugas. Las centrales nucleares no son tan peligrosas como nos quieren hacer creer, pero es más importante que los jubilados pasen frío, por no poder pagar una calefacción en condiciones, ya que las energías renovables son carísimas.

El intento de fomentar los biodiesel ha conllevado una crisis mundial peligrosa, y, por supuesto, muy humana y ecológica. Lo primero, los biodiesel son derivados del carbono (si no, que me expliquen por qué mi coche puede utilizarlos sin morir en el intento), por lo tanto contaminan al igual que el petroleo, puede que tanto o más que este. Lo segundo, como los seres humanos, según Locke, somos buenos por naturaleza, y no pensamos en nuestro beneficio, podemos crear gasolina con cereales sin problemas. Una pena que yo sea fiel seguidora de Thomas Hobbes, y la historia le de la razón. Homo, homini lupus. El ser humano se ha dedicado a especular con todo lo que ha tocado sus manos, oro, joyas, y actualmente, en un alarde de nuestra humanidad, con aquellas cosas necesarias para la vida, como los pisos, y la comida.

A nosotros nos afectará la enorme subida de los alimentos, pero yo al menos estoy escribiendo mis pensamientos, y mis investigaciones en un blog, en internet. Estoy dentro de un hogar calentito, y tengo una lata de refresco a mi lado, un movil al otro, y comida en la nevera. Cada vez nos cuesta más la vida, pero al menos yo tengo todo eso. Ya no me doy pequeños viajes, ni ceno en restaurantes, ni me voy al cine los viernes de madrugada, pero sigo teniendo lo necesario para una vida cómoda. Hay personas que no pueden comer carne, y cuya dieta depende de los cereales. Si estos se ponen a precio de solomillo, no pueden comer ni solomillo ni cereales, por lo que se mueren de hambre. Personas que no tienen casa, ni comida, ni energía para calentarse, o refrescarse, no tenemos que irnos a África para ver esto. Lo tenemos aquí, en nuestro país
Pero los ecologistas no piensan en ello, no piensan en las pensiones de los jubilados, que apenas pueden pagarse la comida, cuando menos una exacerbada subida de la energía.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Agentes de Seguridad.


Anna conducía lentamente por las largas y rectas autovías de Matrit. De fondo, como única música, solo el suave ronroneo de su serie 6, BMW. Iba despacio, puesto que las administraciones del Faraón, y del Monarca de la Multinación, en su enloquecido afan recaudatorio, y en una demente manía hacia la velocidad, limitaron las espléndidas autovías y autopistas a 60 kilómetros hora. Anna, que conoció otros tiempos, hacía no tanto, le fascinaba como antes tardaba 6 horas en llegar al sur, con su pequeño cacharro, y ahora, con sus más de 200 caballos salvajes, casi tenía que parar a hacer noche en un hotel.
Pero daba igual, en aquel momento venía de recoger a Zelena, una vieja amiga del extranjero, del aeropuerto. Lentamente, se movieron por el tráfico denso, llegando a detenerse en un fuerte embotellamiento que les llevaría dos horas limpiar. Esto era normal. Las bajas velocidades conllevaban que la acumulación de coches fuese intolerable, y se formasen tales atascos que la gente se iba a trabajar a las 4 de la mañana.
Zelena miró a su alrededor, los rostros de los conductores estaban tensos, los dedos crispados alrededor del volante, y la mirada fija al frente. Parecía casi como si francotiradores los estuviesen apuntando de todos lados.
"Que les pasa?" pregunto la mujer, con un fuerte acento eslavo.
"Están nerviosos." contestó la conductora, encogiendose de hombros.
"Por el atasco?" pregunto la otra, inocente.
"Nadie se pone nervioso ya por los atascos. Intentan no tener ningún golpe tonto. Se considera delito, y dependiendo del daño, son varios meses de carcel, y automáticamente te requisan el coche." dijo la mujer.
"Tu no vas nerviosa?"
"No, tengo más riesgo de accidente si me pongo nerviosa. Pero la administración no piensa en eso. Nunca piensa en que le conviene a los conductores." contestó la otra, resignada.
Pensando en lo extraño de aquel país, Zelena accionó el botón de la radio. Una canción de heavy metal resonó por el interior del coche. Era de hacía algunos años, y más que probable el grupo se disolvió hace tiempo.
Ahora nerviosa, Anna e apresuró a apagar la música, tanteado el botón sin ser capaz de atinar son su mano temblorosa. Una vez el coche se sumió en silencio, y solo el lento rugir del motor a ralentí les acompaño, la muchacha se permitió respirar. Miró a todos lados, tomando fuertes bocanadas de aire, asegurandose de que nadie las había oído.
"Que ocurre? Solo es música!" dijo Zelena, extrañada.
"Si la SGAE lo oye, me pondrá una multa millonaria por no tener los derechos de autor, y me quitaran el disco. Son discos muy difíciles de conseguir." explicó Anna.
"Pero si es tu coche! y Quien es la SGAE?"
"Antiguamente fue una asociación de autores, que cobraban impuestos por todos los soportes. Actualmente, son un cuerpo policial de ámbito nacional, que se ocupa de que nadie viole los derechos de autor de las canciones.
Ya no se puede poner música en las bodas, ni en los coches, ni en las casas, ni en los pubs, ni en las discotecas, si no se ha pagado previamente el impuesto sobre los derechos de autor (IDA), y no son muchos los que puedan pagarlo. Tampoco se pueden comprar discos. Se alquilan las canciones durante un número determinado de reproducciones, y si luego las quieres volver a escuchar, tienes que volver a pagar.
Yo mantengo estos discos de cuando la cultura era barata y accesible a todos. Hoy muy pocos pueden permitirse leer un libro, o escuchar música, o ver una peli si no es en el cine."
"Pero como van a controlar lo que tu haces? No es violación de la constitución? De la privacidad?" preguntó Zelena.
"De el que?... Ah, te refieres a ese panfletillo! No, la vieja constitución de modifico en el 2010. Hoy en día no tenemos nada parecido a privacidad. Legalmente pueden entrar en tu casa y ver todo lo que haces o tienes en ella. Así que será mejor que si llevas libros o algo, lo escondas, o te lo requisarán." explicó Anna, resignada.
Zelena volvió a mirar por la ventanilla. Esta vez, tentada de volver al aeropuerto y regresar a su país. Todo aquello era demasiado extraño para ella, demasiado familiar en cierto sentido aterrador.

martes, 2 de diciembre de 2008

Caprichos.


Hoy se emite un programa, "Esta Casa era una Ruina", en el cual se ha arreglado el domicilio de una familia. La familia en cuestión consta de 14 miembros, los padres y 12 hijos, 6 de ellos enfermos de una patología congénita, que malviven en un domicilio ruinoso, sin dinero para poder mantenerse, y parece ser, sin posibilidades para salir de esa lamentable situación.

Pero pese a la lástima que me inspiran, no puedo dejar de preguntarme lo mismo. Por qué han tenido tantos hijos, si no tenían medios para mantenerlos?

Es el cuento de nunca acabar, pero que se agrava notablemente, cuando las inconsciencias se vuelcan en seres vivos, y peor si son humanos. Parece mentira que la naturaleza nos haya dotado de neuronas, y capacidad matemática, y que no seamos capaces de calcular cuanto y cuanto no podemos mantener.

En muchos casos, la gente se encapricha de vehículos, o de domicilios, que están muy por encima de sus posibilidades, y que les sería todo un sacrificio poder mantener. Objetos lujosos, joyas, o viajes comprados a crédito, solo por un capricho, que se podría habe pagado facilmente ahorrando un poco.

Pero dejando a un lado el materialismo, ahora que vienen las navidades, vemos los escaparates inundados de cachorritos preciosos y juguetones, parece ser que es el regalo perfecto para cualquier niñito caprichoso. Un presente que miles de veces acaba deambulando solo por la calle, atropellado en algún arcén, y las menos veces, en una perrera, o en un refugio.
Se compran sin pensar, sin tener en cuenta que son seres vivos, que cogen cosas, las rompen, ensucian, y lloran. Las personas parece ser que quieren un peluche que les mire, un perro que no suelte pelo, que no llore, que no coma, que no ensucie, que no haya que pasear. Es decir, un juguete daría más satisfacción.

Pero en este caso en concreto, son una familia sin medios económicos, sin posibilidades, y viviendo en una casa (que llamarlo casa es ir muy lejos), que es poco más que un cuchitril. Un lugar demasiado pequeño para tal número de gente. Ante todo, hay que tener en cuenta el tema de la enfermedad congénita.
Es un pensamiento mío, pero si transmito una enfermedad congénita a mis hijos, lo que no hago es tener más hijos para seguir extendiendo la enfermedad, y encima que malvivan en condiciones infrahumanas.

Pero que lleva a una familia a tener tantos hijos? Es el OPUS? Es que acaso los escritos sagrados prefieren la hambruna, y la insalubridad, antes que el buen vivir, y la comodidad?
Se supone que no son una familia creyente. Entonces es que acaso no conocían el uso de anticonceptivos? La respuesta es lógica, pero que les llevaba entonces a cometer la imprudencia, e inconsciencia de no utilizarlos?

Con todos los repetos a la familia, pero la gente muchas veces tiene lo que se busca. Si hubiesen tenido dos o tres hijos, la situación sería radicalmente diferente.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Ataque.


Estudiaba en la facultad de Políticas del Imperio del Extrarradio. A veces Anna no podía evitar preguntarse el por qué seguía estudiando esta carrera, cuando el sistema político de la Multinación se hundía por momentos. Resignada, caminó sin rumbo alrededor de la puerta de la clase, y se encendió un cigarrillo para poder pasar el rato hasta que llegase el profesor de turno. No se relacionaba con la gente de por la mañana, su chiquillería, su falta de educación, la forma en la que se pasaban las clases de charla sin ningún respeto, y su mentalidad ególatra y abiertamente inculta, la disgustaban y asqueaban profundamente. Por otro lado, no le gustaba estar cerca de la gente cuando fumaba, prefería no molestar, y pasar todo lo desapercibida que pudieses.

Distraída, cogió un ejemplar de Multipaís, y otro del Planeta, sendos periódicos que representaban la mentalidad divergente de la Multinación. Se dio otro paseo, echándole un vistazo a los carteles que había colgados del tablón de anuncios. Buscaba alguna oferta de esquí, ahora que el calentamiento global se probó una falacia, y se encontraban a las puertas de una glaciación. Aquel otoño hacía frío, y las estaciones estaban abiertas, por lo que ofertas baratas para pobres currantes como ella eran fáciles de encontrar.

Un cartel le llamó la atención.
"Si no quieres, no dejes de fumar, pero hazlo en la calle!".

Miró a la puerta de cristal que daba a la calle, y suspiró. Normalmente lo hacía, pero estaba nevando y hacía mucho frío. Siguió leyendo similares carteles, en los cuales se amenazaba abiertamente a todos los fumadores. Su resignación, poco a poco, se convirtió en enfado. No hacía mucho, el Monarca de la Multinación había sacado algunas propuestas para proteger a los no fumadores, como la obligatoriedad de que se fumase única y exclusivamente en la calle, la división de los locales en zonas (cosa que no le parecía mal), e incluso multar a aquellos fumadores que fumasen en casa con niños, en el coche, o si eran denunciados por su asistenta (al considerarse un puesto de trabajo).

"A la calle!" bufó Anna, "a la calle como los perros!"

Ataque constante, la culpa la tenía siempre otras personas. El tabaco, una droga legal y de facil obtención, al alcance de cualquiera, pero que desarrollaba una horrible dependencia. Hace mucho que ella quería dejarlo, pero su caracter voluble y fuerte, y su ración de mala leche, le ponía en un aprieto a la hora de planteárselo. No le daba miedo dejarlo, le daba miedo enfadarse con todo el mundo y sufrir ataques de ansiedad. Había algunos tratamientos muy efectivos, entre centros de desintoxicación, hasta pastillas, pasando por los chicles que no hacían nada. Pero su mermado bolsillo no le permitía pagarse esas terapias tan necesarias.

Ello, si cabe, la enfadó aun más. Se estaban pagando cambios de sexo a los transexuales, pero el estado se negaba a pagarle unos dientes a sus abuelos, o una terapia de desintoxicación para dejar ese horrible vicio. Se les trataba como a perros, como a apestados, echándoles a la calle como si toda la culpa fuese suya (y lo era, pero ello no quitaba que no necesitasen ayuda). Todo ello en un peligroso parecido a los enfermos de lepra en la India, a los que se les da la espalda, por miedo a contagiarse. La salvedad es que, al saber que no te puedes contagiar, el trato recibido es similar al que recibe un chucho callejero que se pasea cerca de tu jardín. A patadas, con insultos, con ataques, con prohibiciones, echándolos fuera a patadas, al frío, a la nieve.

Pero nadie, ni el Faraón, ni los Gobernadores, ni los Reyes, ni la Emperatríz, ni el mismísimo Monarca de la Multinación, se habían parado a pensar en lo que realmente eran los fumadores. Eran personas enfermas, con una adicción, y que necesitaban un tratamiento, una ayuda, o algo para dejar de fumar. Acaso no se ayudaba a los cocainómanos, en clínicas de desintoxicación? Acaso no se ayudaba a los borrachos? Entonces en qué eran diferentes ellos?

Maldijo su suerte, y su estupidez cuando se dejó llevar por una tontería a los 17 años, y empezó a fumar, en un intento por integrarse. Al final, acabó siendo una solitaria, una sociópata, que no soportaba a las demás personas, y que (sin humildad alguna), se consideraba mejor que el resto de aquellos niñatos impresentables, que no conocían el término "educación" ni aunque les hubiesen sacudido con él. Todo ello por intentar integrarse en un grupo, utilizando su estupidez y descontrol adolescente. Todo ello para que ahora, la misma seguridad social que ella pagaba, les estuviese pagando cambios de sexo a los transexuales, pero no un tratamiento para su propia salud.

Resignada, entró en clase, intentando enfriar los humos de mala leche que le bullían en la sangre.