jueves, 31 de julio de 2008

Esta es Mi Tierra.



Los viajes en coche suelen ser largos, y algo tediosos cuando no vas conduciendo, y la mente divaga en pensamientos existenciales. Sobre todo cuando se viaja con politólogos, las conversaciones pueden ser francamente interesantes.

En este caso, la discusión versó sobre los nacionalismos. Ciertamente, no digo que no lo comparta, puesto que al fin y al cabo, un nacionalista es todo aquel que siente apego, y orgullo por una tierra, patria, o nación. No voy a censurar a nadie por el orgullo que sienta por su tierra, cuando yo misma adoro ese pequeño terruño de los Balkanes. Pero pese a mi esfuerzo, y largas noches de pensar, no consigo comprender que más quieren estos nacionalistas de España.

No tengo que explicar a quienes me refiero, puesto que todos estamos más que versados, y quizá un poco hastiados, de sus constantes desplantes e insultos hacia los españoles. Conozco a mucha gente, sin ir más lejos, familiares que son catalanes, y españoles (por que, señores, se puede querer una tierra, y ser ciudadano de un país).

Comprendo que quieran proteger y preservar su lengua, sus costumbres, y sus tierras. De hecho, la constitución observa artículos que protegen los nacionalismos, y anteponen una especial protección a las costumbres de ciertas comunidades autónomas. La descentralización de las competencias estatales permite, a su vez, que algunas como la educación, estén a manos de gobiernos de cada comunidad, por ende nada prohibe que se impartan lecciones de su lengua, o en su lengua, en las escuelas.

El problema radica en el abuso de estas competencias. En las normativas fascistas que estos gobiernos sacan, para imponer por la fuerza una serie de costumbres, recobrar la fuerza de una cultura que languidece por la universalización de la humanidad. Estos nacionalistas, los cuales apenas chapurrean aquellas lenguas que defienden, sienten una envidia por las culturas más poderosas, que lentamente abarcan el mundo al ser aceptadas por la sociedad, y por la lógica. Sienten la nostalgia de unas tierras ancestrales, que apenas consiguen emerger entre el denso follaje de las robustas ramas de la globalización y la lógica.

Por su miedo a perder los pocos vestigios de una cultura gloriosa, fuerzan a los pequeños a expresarse en sus respectivos idiomas hasta en los recreos, multan a todo aquel que rotule su negocio en español, y se niegan a viajar con una compañía aérea como Air Berlin por que sus azafatas no se expresan en catalán. Que digo yo, probablemente la situación crítica de la economía sea la más propicia para que Air Berlin gaste fondos en que sus azafatas aprendan una lengua que solo hablan 2 millones de personas (si llegan). Especialmente, teniendo en cuenta, que estas personas entienden perfectamente una lengua que hablan 500 millones. Sin ir más lejos, la mismísima Alemania dispone de decenas de dialectos, algunos de los cuales son tan intrincados, y tan deformados, que resultan incomprensibles para los mismos germanos que no estén versados en ellos. Pero Air Berlin no tiene parlantes de tantos dialectos, si no trabajadores que conocen la lengua alemana, llamémosla, más global, o más aceptada.

Como antaño hiciera Mussolini, tratando de recuperar la gloria de la fallecida Roma Imperial, estos personajes bohemios y soñadores dejan a un lado la lógica, no para preservar una cultura que ya viene protegida, ni unas costumbres protegidas, si no por que esta se alce grande y poderosa sobre la diabólica hispania. Así es como ellos consideran a la patria que les acuna, una vívora sanguinaria y cruel que se ha anexionado la tierra de los libres, y cuyo fin es destruirla y convertirla en una marioneta del estado español. Lo consiguen con lenta paciencia, inventando la historia, educando a sus jóvenes vástagos en el odio a España, y en la lucha por la nación perdida. Como referencias históricas a similares eventos, podemos hablar de la guerra civil de los Balkanes, de las luchas por Jerusalem (Yerusalajim), y de la perdida tierra de Al Andalus. Incluso los mismos españoles expresan odio y rencor hacia los ingleses cuando se menciona ese pedrusco que es el Peñón de Gibraltar.

Si nos embarcamos en el ámbito político la cosa es, cuando menos, todavía más incomprensible. Ellos quieren tener independencia política, pero depender de España en lo económico, y en el reparto de fondos autonómicos. Si lo analizamos con brevedad, la política de las autonomías permite la existencia de gobiernos autonómicos, que si bien son dependientes del ejecutivo central, mantienen muchas competencias propias, como las fuerzas policiales, y la educación (entre otras). Por lo tanto están pidiendo algo que, practicamente, se da. Teniendo en cuenta que sus desplantes antisociales, antidemocráticos, y anticonstitucionales son pasados por alto por el gobierno central, bien se podría decir que disponen de una libertad que muchos países (Países, con mayúscula), no tienen.

Luego, un tema algo más polémico, y con todos los respetos, es el tema de la tierra vasca. Las vascongadas, cuyo idioma, una lengua gutural, arcaica, probablemente herencia de algún pueblo celtíbero, cuyo uso fue totalmente verval, y entre gentes de los pueblos vascos. Una lengua que ya en el siglo XIX persitía con debilidad, manifestada en algunas expresiones y palabras, que solo eran recordadas y usadas por campesinos de pequeñas aldeas vascas. Sabino Arana, en un afán de recuperar la gloria vasca, inició el movimiento nacionalista, que prosiguió con la invención de gran parte de la lengua.

Nuevamente se trata de mantener con vida al fantasma agonizante de una tierra que fue hace milenios, pero que ya no es. Una tierra y una cultura, que como otras muchas, la China Imperial, La Antigua Roma, Grecia Antigua, Persia, Babilonia, Esparta, los Cartaginenses y sus bellos murales, los maravillosos Aztecas, los Incas, los Mayas con su ciencia, los Egipcios con sus avances científico tecnológicos, inclusive el imperio Español, donde se decía que nunca se ponía el Sol.

Vease que comparo pequeñas tierras con la gloria de grandes imperios, para que se entienda que aquellos gloriosos imperios tuvieron su auge, su momento de existencia, y su inevitable ocaso. Así mismo, los pequeños nacionalismos, las vascongadas, cuyo escarpado y accidentado paisaje mantuvo a estas tierras aisladas durante siglos, los condados de cataluña, pertenecientes a Aragon, y las tierras galaicas, tuvieron su gloria, su auge, su momento vital, y finalmente su ocaso. Luchar por mantener con vida, o por reflotar a estos fantasmas, es como buscar la antigua Roma, la ancestral China, y demás culturas. Se han de recordar, se han de preservar, pero no se pueden imponer los modos de vida, ni las lenguas de imperios muertos.

Así mismo, hay que ser consecuentes con las situaciones sociales del mundo en el que vivimos. El hecho de conocer lenguas es una enorme baza para moverte con éxito por un amplísimo mundo globalizado, en el cual apenas 7 u 8 lenguas son de relativa importancia por su extensión, o por su importancia política. Entre ellas, el Español y el Ingles por su enorme difusión por el mundo, o el Alemán o Francés por su importancia en cualquier ámbito, bien sea político, bien sea empresarial. Por ello, los jóvenes Croatas (por poner un ejemplo), no solo aprenden su lengua materna, si no que además en sus clases disponen de Frances/Alemán a elegir, inevitablemente ingles, y casi todos aprenden italiano o español en la calle, pese a que la lengua oficial es el croata. Que quiero decir? Me parece bien que se preserve una lengua como es el catalán o el gallego, pero no se puede rechazar sistemáticamente al español, y obligar a los infantes a expresarse únicamente en una lengua de tan escasa difusión hasta en la sopa de letras.

Hay que ser competitivos, lógicos, y no cerrarse con un muro social a todo lo que no sea el catalán, el vasco, o el gallego, ya que su única consecuencia no será el renacer de una vieja patria, si no la muerte de la actual. Quedarán aislados, incapaces de comunicarse, incapaces de competir. Sus jóvenes emigrarán en busca de oportunidades. Los más afianzados a la fe nacionalista languidecerán, y se marchitarán, encerrados en una tierra de la que no podrán salir, por que la sociedad del exterior les cerrará las puertas. Anclados en el pasado, engañados por cuentos de patrias y de honor, anulada su voluntad por unos dirigentes fascistas cuyo fin es imponer su sueños de artista subrealista a una macro obra de arte, que solo perjudicará, y gravemente, a aquellos ingenuos que, desde pequeños, han mamado las amargas leches del nacional socialismo más fascista, y más radical.


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