martes, 14 de octubre de 2008

Monstruo.


Por supuesto, el dibujo no es mío, ni se está usando con ánimo de lucro. Le pertenece al autor, y todos los derechos sobre el mismo.

El lupino miró a los ojos al toro. La mirada inteligente, fiera, brava del ónice animal se clavó desafiante en el rostro del licántropo. Sangraga profusamente por los numerosos cortes, pero su natural adrenalina no le permitía sentir dolor. No podía, necesitaba estar cuerdo, íntegro, para mostrar todo su valor, su única posibilidad de supervivencia. Con admirable coraje, el bovino agachó la cabeza mostrando los imponentes pitones, y resopló con fiereza, pateando el suelo con los cascos hendidos.
Ruge al Viento aguardó. Estaba cansado, con el cuerpo dolorido, y una fea herida de cogida en un brazo, pero se mantuvo estoicamente frente al toro. Respiraba agitadamente, su naturaleza humana le hacía percatarse del dolor, pero su alma de guerrero de Fenris le obligaba a ignorarlo deliberadamente. Habría sido un deshonor, una cobardía, abandonar el arena por un rasguño tan nimio, que ni era nimio ni rasguño, pese a que no lo admitiría abiertamente. Sangraba mucho, y dolía como los mil anillos del Wyrm.
El silencio en el arena era tenso, expectante. Cientos de ojos miraban con atención al lupino y al toro, a la presa convertida en bravo guerrero. El viento susurraba, galopando como una alegre brisa salvaje, levantando una tenue neblina de polvo alrededor de los dos combatientes, nublando la vista de los demás lupinos.
La Camada de Fenris celebraba aquel encuentro como una ancestral tradición. Antiguamente era un ritual de iniciación de los guerreros, en los cuales los jóvenes de la camada debían mostrar su valía en un combate abierto contra un igual, un animal tan digno y honorable como ellos, el Toro Bravo, o toro mediterraneo. Actualmente se había convertido en una festividad anual, en las cuales el más bravo macho de las cuidadas manadas que tenían los Fenris era elegido para luchar contra uno de sus mejores guerreros. Ni que decir tiene que ambos combatientes se encontraban tan en igualdad, que el veredicto de la lucha no se apreciaba hasta que uno de los dos caía mortalmente herido, o muerto.
En lo que se tarda en inhalar una bocanada de aire, los lobos cesaron de respirar, el mundo se congeló, y la brisilla juguetona galopó lejos de allí, congelando el tiempo en aquel lugar. Con un fiero bramido, el toro, llamado Castellano, se lanzó contra el lupino, haciendo un alarde de su fuerza y majestad. Bajo su piel azabache, los músculos se movían como poderosas dinamos, demostrando vitalidad y juventud pese a que la lucha se alargaba ya casi una hora, y ambos guerreros estaban agotados.
Ruge al Viento aguardó. Calculó. Respiró. Sintió sus venas palpitar bajo su piel, los músculos tensarse, los tendones listos como resortes. El cuerpo mortalmente quieto, como una peluda estatua de marmol plateado. Ante los ojos azules de Ruge al Viento, el toro se desplazó cada vez más lentamente, los fotogramas del mundo pasando ante su mirada con más precisión, el toro y él encerrados en una burbuja ajena a la difusa realidad del exterior. Esperó...
El toro bajó la testa, y sus ojos de tierra lo perforaron. Sabía que iba a morir, pero no se rendiría, en su corazón el alma guerrera tan fuerte como en el interior del lobo. Embistió.
Con un ágil salto, Ruge al Viento se lanzó contra Castellano. Hizo un quiebro a un lado, y saltó sobre el lomo del toro, agarrándose con las garras al lomo negro. De un rápido mordisco, clavó las potentes mandíbulas en la nuca, y le partió el cuello con su poderosa fuerza.
Ante todo pronóstico, el toro no se desplomó de forma patética, ni lamentable. Cayó de rodillas, con gracia y elegancia, y se tumbó a morir con clase, y dignidad. Como un guerrero vivió, y como un guerrero cayó, exhalando su último y glorioso aliento en el arena. Y como un guerrero se le aclamó, y se le honró. Los lobos aullaron en honor a Castellano, y el Theurge de la tribu celebró un ritual en agradecimiento y honor al guerrero caído, y con honores se colmó. Delicadamente, dos Ahroun llevaron al animal hacia las hogueras donde lo prepararían para cocinarlo. Los huesos y restos serían llevados de vuelta a la dehesa, donde descansaría su cuerpo, y regresaría a los pastos, para alimentar a las nuevas generaciones de bravos.
Ruge al Viento no se sintió ofendido por que su éxito fuese olvidado. Siempre se honraba primero al guerrero caído en la batalla, fuese toro o lupino, ya que este mostró hasta el final el valor, y nunca volvió la vista atrás. Ya llegaría el momento, esa noche, en la cena que se celebraría en su honor, donde sería recibido con los clamores a su victoria. Lanzó un débil aullido por el toro caído, y se retiró para lamer sus heridas y descansar su vapuleado cuerpo antes de que la noche se alzase.
"Te parecerá bonito lo que has hecho!" ladró una voz a su espalda.
Ruge al Viento se giró y vió a Depreda al Arbol, un Hijo de Gaia de una tribu vecina. El lupino estaba escuálido, delgado, y su mirada parecía arder con ascuas. Ruge al Viento no pudo evitar pensar que habría sido un buen guerrero, de no tener la mente llena de pajaritos y flores.
"No veo que mal acabo de cometer." Ruge al Viento respondió tranquilo.
"Has matado a un animal inocente, por tu sadismo, y tu crueldad. Has humillado a una creación de Gaia." dijo Depreda al Arbol.
"Es un ritual. El toro murió luchando honorablemente, como un guerrero, contra mi. No ha sido matratado, ni humillado." dijo Ruge al Viento tranquilamente.
"Acaso le has preguntado al toro si quería luchar?" iracundo, Depreda al Arbol agarró a Ruge al Viento del brazo de forma temeraria.
"No, pero los toros son valientes guerreros, y para ellos no hay mayor honor que caer en combate. Como para cualquier hijo de Fenris. Esto es un concepto que un cachorrillo de Gaia no entiende." dijo Ruge al Viento, mirándo al lobo de forma tensa, y desafiante.
"El mundo le pertenece a los animales. No a los humanos, ni a los lupinos, que nos hemos convertido en una plaga, y creemos que el mundo es nuestro. Que derecho tenemos nosotros de elegir el destino de los animales sin preguntarles?" dijo el joven lupino.
"Si tan seguro estás de que nosotros, y nuestros hermanos los humanos, hijos de la tierra por igual, no merecemos este planeta, entonces te invito amablemente a que seas el primero en iniciar el suicidio colectivo." dijo Ruge, cansado de escuchar lo que, a su parecer, eran tonterías.
"Eres un sádico, y un asesino, como todos los que apoyan esta festividad bárbara y salvaje. Defiendo los derechos de los que no pueden hablar." ladró indignado Depreda al Arbol.
"Escucha, cachorro, hay cosas más importantes en el mundo, que preocuparse por la muerte de un toro. Hay gente muriendo de hambre, abortos, guerras, hay pobreza, y analfabetismo, crispación y miseria, todo ello a manos de hombres ricos y poderosos sin escrúpulos, que roban a los pobres para ser ellos más ricos. Respeto tu opinión, pero no necesito que me des lecciones de moralidad." dijo Ruge al Viento, perdiendo la paciencia, pero no la compostura.
"Pues prefiero mil veces ver morir a los humanos, antes que a los pobres animales que no tienen nada que ver. Que han de importarme los abortos? No han nacido, no son seres!" espetó Depreda al Arbol con desprecio.
Aquello lo dejó estupefacto, anonadado. Miró al Hijo de Gaia incrédulo, como si ante él se ocultase un diablo con piel de perro raquítico.
"Vuelve a acusarme de sadismo, y sed de sangre. Lo que tu predicas es la venganza, la mayor y peor pasión humana, la que más dolor y sangre ha derramado. Vuelve a acusarme, tu que defiendes la voz de quien no habla garou, y niegas la vida y la voz a quien no ha nacido. Vuelve a acusarme de bárbaro, y sádico por enfrentarme a un guerrero con mis garras desnudas, tu que deseas ver la sangre de cachorros humanos inocentes derramarse, que lloras la muerte de un guerrero, pero no la de un civil humano a manos de soldados y misiles." Ruge al Viento, pese a su calma, miraba con fiereza al lupino.
"Desde hoy, para esta tribu, te llamaré Asesina al Humano. Todos habrán de saber tu palabra y lo que predicas, pues aquel que hace guerra contra el débil es una deshonra para toda la nación Garou. Márchate, pues tu presencia solo mancilla estas buenas tierras!"
"Que harás?" lo desafió Depreda al Arbol.
"Yo no te mataré, pero eso no implica que mis hermanos de camada no te arranquen una oreja, o las dos. Márchate antes de que los lobos de verdad descubran tu presencia, y te echen de aquí con menos modales que yo." ladró Ruge al Viento.
Depreda al Arbol no se lo pensó más. Había tentado a la suerte lo suficiente como para saber que Ruge al Viento iba en serio. Se alejó de allí, sin saber que las noticias vuelan con alas de Corax, y que ni tan siquiera los benévolos Hijos de Gaia gustaban de la presencia de quien predica la muerte de los hombres.
Ruge al Viento recibió con honores su fiesta. Se alzó victorioso, como guerrero de Fenris, y celebraron los lobos hasta bien entrada la noche, en nombre del lupino, y en nombre del valiente toro.
NOTA: Pese a ser una historia de ficción, y no entraré ahora en detalles sobre lo que pienso de los toros, quería enfatizar sobre la conversación. Por sorprendente que parezca, los comentarios de Depreda al Arbol son reales, dichos (casi textualmente, aunque con cambios decorativos, el contenido es el mismo), dichos por un usuario de youtube en un video sobre rejoneo. Me parece triste que haya personas tan hipócritas y demagogas que prediquen el derecho a la vida de los toros, y muerte a los hombres. Pero lo más triste es que alcen la voz por aquellos que no hablan, y defiendan el aborto. Demagogia barata, y sadismo puro en las palabras del 90% de los que vi en este video, al estilo del más intenso nazismo.

No hay comentarios: